Basta de remar contra la corriente.
Ya ni siquiera es remar. Es pegar brazadas agónicas ante un tsunami, que arrasa con todo y no deja ni la huella en la costa. Sólo deja destrucción.
Eso es él. Una gran ola de nada, de vacío, es como la Nada de La Historia Sin Fin. Cada vez que se acerca, más grande es la Nada.
Y en mi afán de no bajar los brazos nunca, insisto, e insisto, y me aferro a las pequeñas cosas para hacer de cuenta que le importo un poco.
Me quiere nada. Gabo Ferro es tan sabio a veces. Calvas Margaritas.
En menos de una semana me habló de todas las formas posibles. Y no puedo creerle nada. Tan jodida estoy, tan descreída de todo y de todos estoy, que me habla y no puedo creerle.
Me duele no creerle, pero cómo hacerlo.
Si me bolacea. Me patea para adelante. Me dice que sí, pero no. Me dice que no, pero sí.
Yo sé que tú sabes que yo sé que tú sabes que yo sé que tú sabes...
Él sabe. Y si no sabe completamente, debe tener una leve idea.
Pero la Nada se lo come todo. Engulle como un Kraken.
Está tan cerca. Pero MUY lejos. No se me acerca. No es como antes.
La primera impresión: se aburrió de mí. Lo curioso es que yo debería haberme aburrido de sus mañas antes. Pero le dí una oportunidad a un sentimiento diferente. Total, qué había para perder. Absolutamente nada. Un tipo al que yo poco antes detestaba, podía ser un buen experimento.
Así que sí, se aburrió. Ponele. Tal vez no, pero quién lo sabe, si cada vez que le hablo siento que me miente. Es imposible hablar seriamente con él.
La sensación de que se avergüenza de ser visto conmigo es aún peor. No sé si es real, pero que hay una incomodidad no me lo puede negar nadie.
Y para terminar, el hacerse el indiferente me cansó. Yo no necesito un indiferente, sino alguien que se ocupe medianamente de mí.
Ya estoy grande para jueguitos, y esto me destruye. No juego, no quiero jugar.
Movés vos. Si es por mí, tablas.